“Siempre soñaba estar en la junga”, me dijo Emira Cataluña, su madre, evocando los 12 años después de los pormenores de aquel dia infernal. El día que iba a ser su graduación, Miguel Ortiz se despertó muy tempranísimo para ir al aeropuerto a recoger a su mamá que llegaba de Arequipa. Había soñado que se encontraba perdido en la selva y que era perseguido por un animal muy salvaje y peligroso, pero al despertarse sintió una alegría ya que estaba asustado porque estaba siendo devorado
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